"...El maguey es como la raíz de nuestra tierra y el pulque su sangre, una sangre que debiera seguir alimentándonos...”




lunes, 23 de enero de 2012

Cuando Voy Al Salon Casino



Texto y fotografías: Paul Jiménez AKA Paulemico

Salón Casino es una bonita, pequeña y extraordinaria pulquería. Les platico. La primera vez que crucé sus puertas, fue en el 7º tour pulquero “La línea de Oro”. Difícil olvidarlo, ya que además de haber sido un gran tour, con sólo un litro de pulque natural en Salón Casino, me sentí en ese estado primerizo al beber pulque: mareado-feliz.



El lugar a pesar de no ser muy grande, es capaz de guardar en su interior a cantidad y diversidad de parroquianos. El último bastión de la colonia Obrera. Recibe diario a sus hombres trabajadores y señoras no menos trabajadoras. Jóvenes con dreadlocks y estudiantes que dicen ir a la Universidad. Todos entramos y cabemos en las pequeñas mesas, y hasta a veces, nos ponemos a mover los pies a ritmos diversos. Diversos como todos los que vamos a Salón Casino, con los ojos llenos de ilusión al ver todos los colores del arcoiris en los vitroleros llenos de exquisitos curados, cual niños ilusionados al ver la máquina llena de chicles y dulces de colores en la fila de las tortillas.

Ya sea para llevar, para tomar ahí, o simplemente – como es mi caso – ir a comer de la botana que se prepara, siempre es un buen momento para visitar a Jorge, que con una sonrisa está dispuesto a atender al respetable.

¿Qué decir de la gente que es común encontrar aquí? Personas entrañables como “Thalía”, una señora de edad que siempre arreglada y lista para bailar, nos saluda y brinda con nosotros. Otras veces nos cuenta historias del pasado como si fueran de hoy y termina alegrándonos más el día, con uno que otro chascarrillo. De repente el “Chico Malo” comienza a soltar frases y palabras que se prestan al doble sentido. Thalía no duda en responder y uno que otro parroquiano se involucra en la gresca verbal. Se voltea hacia nuestra mesa y nos dice: “Mis respetos jóvenes”.


O qué decir del “Tío”, que siempre con una sonrisa te voltea a ver diciendo: “Sobrino, no te había reconocido…” y choca tu tarro al calor de un ¡Salud! De repente el Tío comienza a hacer rimas con los acontecimientos actuales del país. Que si “Ebrard no nos deja chupar” y cosas así.

– ¡Ya cállate! – alguien le dice. – Por qué me voy a callar si es pura cosa buena –, responde el tío. Bien sabe que nos divierte, y le gusta. Comienza lo que es una especie de diálogo con los cuadros de mujeres exuberantes colgados en una de las paredes… Luego con los de los toros. Es un espectáculo verlo.

O la extraña historia de un señor dedicado a viajar en los caminos, cuando acompañó al que era entonces su patrón, un señor ya grande y con harto dinero a la isla de los monos, con el objetivo de combatir la disfunción eréctil de éste último. De cómo el anciano no quiso ingerir el extraño brebaje vivo y que él terminó bebiendo, con extraordinarios resultados orientados a la diosa Venus y los menesteres de la carne.


Recuerdo estas historias mientras espero a mis amigos. Se acerca Jaime y me pregunta si apetezco de botana. Pregunto qué hay. “Tenemos bisteces en salsa”, responde. ¡Ah pues cómo despreciar semejante invitación! Mientras me acercan las tortillas y la salsa, me pregunto la razón por la cual estos templos de convivencia y salud, no son tan populares entre la generación de nuestros padres. Al parecer, como dijo alguien que sabía: “Fueron una generación que se perdió en el tiempo”. Y yo agrego, nosotros sus hijos, una generación que nació sin futuro, o en el mejor de los casos, con el futuro hipotecado. Tal vez por eso nos aferramos a la pulquería, como esos últimos reductos del pasado, presente y el sin futuro.

Música, baile y pulques, se fusionan con el diálogo que tengo con Jorge. Nos dice que antaño cuando no abrían el domingo, alguien se quedaba para atender a la gente que venía por su pulque para llevar. “La gente hacía fila para el pulque, como cuando la hace para las tortillas”. Jorge comenta que siempre tuvo clara su labor, “siempre supe que quería dedicarme a la pulquería, por eso le dije a mi jefe desde chavo que no quería ir a la escuela, y desde los 15 o 16 ando en esto”. Yo todavía sigo impresionado por la estampa citadina de la fila que hacía la gente para el pulque.



De repente, devoro mis pistaches que arrojó hace unos minutos con maestría el jicarero sobre mi curado del mismo sabor. Los devoro así, del mismo modo que la cuidad y sus absurdas construcciones devoran a las pulquerías, las pocas pulquerías que aun resisten, así como la ignorancia de personas con poder que devoran las tradiciones positivas.

¿Cuántos litros de pulque engullimos ese día? Difícil calcularlo, pero a juzgar por nuestra alegría, debieron ser varios.

Termina la jornada en Salón Casino. Jaime y Jovani, comienzan a lavar el piso. Es la señal que nos dice, es hora de partir. Tal vez a nuestras casas, o a lo mejor a otro lugar. Tomo la sensata decisión de pasar a orinar antes de irme. En el cuartito que resguarda el mingitorio no muy bien de las miradas, observo que ya cambiaron las páginas de revista erótica. Ya no está Chela Lora, ahora está otra modelo que no recuerdo quien es.



Aquí la calidad se prueba y se mira. Al menos siempre que yo he ido los curados se terminan antes de cerrar. La recomendación es: todos los curados y el pulque natural, pero es digno de mencionar, que el de avena es el primero que se termina. Cuando me despido de Jorge, me dice: “Toma. Para ti y tus amigos”. Tomo un vaso de unicel con curado de jitomate (con harta salsa valentina) y otro más con curado de pistache (con hartos pistaches). Muy emocionado agradezco el gesto y salgo a comunicarles la noticia a mis amigos. Por unos minutos, fuimos las personas más felices del universo.



Este texto además de pretender reseñar El Salón Casino y describir un par de anécdotas vividas en él, busca reconocer a Jorge, su jicarero, por su carrera pulquera y entusiasta apoyo con el Colectivo El Tinacal.





1 comentario:

Armando Moncada dijo...

Qué buena entrada: qué formidable texto, qué pulcata tan apetecible!
Salud y saludos...